jueves, 4 de febrero de 2010

La polémica del “Climategate” (I)



El pasado 21 de Enero, la revista Nature publicó un artículo en el que se desglosaban los principales puntos débiles (holes) de la teoría del cambio climático. Entre estos, el autor indicaba los siguientes:

-Los modelos que se usan para predecir el clima en el futuro funcionan bien a escala global. Sin embargo, cuando se aplican a escala regional [que es la más relevante en el contexto económico y social] la incertidumbre en las predicciones aumenta considerablemente.

-Los modelos usados para simular el calentamiento global muestran un patrón general de aumento de la temperatura durante las últimas décadas acorde con las mediciones. Sin embargo, hasta el momento estos modelos han sido incapaces de predecir las variaciones en el régimen de lluvias, con lo cual las predicciones acerca de cómo cambiará las precipitaciones en el futuro son débiles.

-Se piensa que los aerosoles tienen un papel decisivo en la regulación de la temperatura y el clima. Sin embargo, se carecen hasta el momento de datos que permitan definir (y modelar) ese papel. Es decir, los modelos climáticos actuales no tienen en cuenta este componente.

-Para la reconstrucción de la temperatura en épocas pasadas (para las cuales no hay medidas directas) se ha recurrido al análisis del grosor de los anillos de crecimiento en árboles centenarios. Con estos datos, se ha llegado por ejemplo a la conclusión de que la década de los 90 del siglo pasado fue la más cálida de la historia. Sin embargo este método ha sido cuestionado por algunos investigadores que han encontrado que la relación entre la temperatura ambiental y los anillos no es robusta.


Según comenta el autor, el artículo se publica como respuesta a las fuertes críticas que ha sufrido la teoría del calentamiento global durante los últimos meses, sustentadas en el contenido de correos electrónicos robados a expertos en calentamiento global de la Universidad de East Anglia (Reino Unido). El artículo viene acompañado por un editorial en el que se hace eco de la citada polémica y la sitúa en los términos siguientes: los datos disponibles dejan pocas dudas de que la emisión de gases de efecto invernadero ha aumentado exponencialmente y que muy probablemente este hecho es la causa del reciente calentamiento global y del cambio en el régimen de precipitaciones. Con todo, hay que reconocer que los resultados de los modelos que manejan los científicos contienen incertidumbres. Según el editorialista, el problema es quizás que los científicos no han comunicado bien estas incertidumbres, probablemente presionados por el discurso tan polarizado que hace que cualquier inconsistencia o debilidad en la teoría del calentamiento global sea tomada (por los llamados “escépticos” del cambio climático) como una prueba de su falta de validez.



Para venir a alimentar más las sospechas sobre la teoría del calentamiento del clima, recientemente el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) se ha visto obligado a rectificar su previsión, hecha en el informe de 2007, de que los glaciares del Himalaya podrían derretirse en 2035 (predicción que por cierto tuvo una fuerte repercusión en los medios de comunicación durante los meses de abril y mayo de 2007). Más aún, hace unos días se supo que una de las conclusiones de la investigación que el Gobierno Británico está llevando a cabo sobre el caso de los mensajes de correo electrónico, es que los investigadores del cambio climático ocultaron datos que debían haberse publicado en su momento.

 
Más allá de la discusión sobre los hechos científicos más o menos probados que avalan (o no) el calentamiento global, la polémica suscitada evidencia que hace falta reflexionar seriamente sobre las ciencias que se ocupan de buscar pautas y explicaciones para los fenómenos naturales (incluyendo no sólo lo que está ocurriendo con el clima, sino también lo que está ocurriendo con los ecosistemas marinos y terrestres): ¿Son realmente adecuadas las herramientas de predicción que se están usando? ¿Hasta qué punto son útiles estas predicciones? ¿Se transmiten correctamente las certezas e incertidumbres asociadas a los resultados de estas investigaciones?


En próximas entradas pondré sobre la mesa elementos desde nuestra propia experiencia investigadora en oceanografía, que espero contribuyan a atisbar una respuesta a estas tres preguntas.